ALFONSO EL MUDO
ALFONSO EL MUDO
La última vez que hable con mi entrañable amigo Alfonso Carrasco Buendía fue en su lecho de muerte, la verdad es que Alfonso estaba en las ultimas, sudoroso, preso por la fiebre, jadeando y con la voz entrecortada sacando fuerza de donde ya no había me dijo: Jaime gracias por haber venido, ya sabía yo que tu no me fallarías, como ves yo me encuentro muy mal y creo que es el momento de descargar mi conciencia, por eso antes de dejar este jodido mundo quiero confesarte algo que he ocultado a todo el mundo incluido tú, tú que has sido mi mejor amigo durante setenta y cuatro años.
En efecto Alfonso y yo desde muy niños fuimos siempre amigos, nacimos el mismo año, en el mismo pueblo, en la misma calle, nos criamos juntos y juntos fuimos a la misma escuela, pero no compartimos nada porque él aprendió todo y yo nada; hicimos la comunión el mismo día y en la misma iglesia, los dos nos enamoramos de la misma chica, pero en eso tampoco compartimos nada, él fue el elegido: y también juntos emigramos a la capital, yo para trabajar y él para estudiar.
A pesar de nuestras diferencias intelectuales, en el transcurso de nuestras vidas continuamos siendo tan amigos como siempre, cada vez que la ocasión se presentó o fue propicia nos juntamos para celebrar algún evento o simplemente pasar algunos días juntos. Mi amigo Alfonso fue depositario de todos mis secretos, de él, jamás tuve la menor duda, y por eso mismo aquel principio de confesión me dejó pasmado porque yo creía saber todo de él y que también él se había confiado a mi tal como yo lo había hecho.
Con la voz casi apagada mi amigo Alfonso, me dijo: Jaime acércate y escucha bien lo que te voy a decir, porque mi voz ya no la volverás a oír nunca más y es muy importante para mí que tú sepas el porqué. Completamente intrigado me acerque hasta casi tocar su cara y le dije: Alfonso amigo mío ¿qué es eso tan importante que quieres decirme?
Con una voz apenas perceptible Alfonso me dijo: Aunque te cueste creerlo quiero que sepas que yo soy sordo mudo de nacimiento.
¿Pero cómo vas a ser mudo si toda tu vida has hablado e incluso en estos momentos lo haces?
Desde la edad de tres años llevo pilas, me las pusieron en Alemania; ni siquiera mi mujer lo ha sabido. Cuando yo tenía treinta y ocho meses mi padre se dio cuenta que yo no decía ni pio y le dijo a mi madre: Pilar este crio es mudo. Y mi madre con mucha guasa le contestó: ¿lo has adivinado tu solo o te lo ha dicho alguien?. La cuestión es que aconsejado por Don Leoncio, el médico del pueblo, me llevaron a Berlín y allí un médico judío me implantó dos pilas inventadas y fabricadas por él, una en cada oreja, pero a ese medico en el año cuarenta y dos lo deportaron a Auswitch de donde salió por la chimenea y también por la chimenea se fue el invento. A lo largo de mi vida, no pudiendo cambiar las pilas, paulatinamente he ido perdiendo fuerza en la voz como lo habrás podido comprobar, hasta hoy que como puedes comprobar ya no me queda casi voz y no oigo prácticamente nada; seguramente aunque logre salir de este trance ya no volveré a hablar. Tras estas lacónicas palabras Alfonso abatido por la fiebre todavía quiso decir algo pero de su boca no brotó el menor sonido si no era el jadeo de alguien que está viviendo los últimos momentos de su vida.
Como podéis imaginar aquella inesperada confesión me dejó completamente confuso, y aun hoy no sé si mi amigo, que por cierto murió el día siguiente (veinte de Noviembre), a los setenta y cuatro años de edad, me dijo la verdad o como de costumbre me tomo el pelo por última vez, de cualquier forma Alfonso Carrasco Buendía mudo o no, para mí fue un sabio, y sobre todo un buen amigo.
2 comentarios
PERPLEJIDAD -
¡QUE BUENO!
PERPLEGIDAD -
MEZCLA DE CIENCIA FICCION, HISTORIA, AMISTAD,Y MEMORIA HISTORICA. MUXA MEMORIA.