EL PHAGOFICUS
EL PHAGOFICUS
Pues sí, esto que voy a relatar aunque tenga todas las trazas de ser mentira, cuento o fábula, parece ser que no es así; cosas más raras que las que yo cuento aquí han pasado en este mundo y las buenas gentes las han creído y todavía las siguen creyendo.
Voy a intentar relatarlo con algunos pelos y señales, que es poco más o menos lo que hasta a mi llegó por vía oral, ya que este suceso me lo contó un viejo galeote, un condenado que junto a mi remaba cuando ambos cumplíamos condena remando en las galeras reales de su majestad Celestino II° ascensor, condenados por el delito de haber dicho ciertas verdades que incomodaban y siguen incomodando en las altas esferas reales y gubernamentales.
Pues nada vamos a ello, porque de continuar divagando de esta manera que es como algunos escriben libros gordos de papel, pero flojos de contenido, la introducción será más larga que el relato propiamente dicho, o que valga mas la salsa que los caracoles.
En un pueblo de un país situado en el centro de la misteriosa Africa, uno de esos países que cambian de nombre y que a fuerza de llamarse de una u otra manera nadie (aparte de los que si lo saben) sabe donde se encuentras situados, aunque eso aquí no tiene la menor importancia, porque aqui de lo que se trata es de la extraordinaria conversion de humano en higuera de un tal Phagoficus o Phagophicus, que en realidad quiere decir tragahigos, un hombre de raza marron que existio como tantos otros come higos que han existido, existen y existirán mientras haya higueras sobre la faz de la tierra.
Parece ser que en ese pueblo de ese país situado en el centro derecha de la extensa y misteriosa Africa, había un ciudadano que desde la edad de once años y dos o tres meses se alimentaba exclusivamente de higos ya fueran estos negros verdes o incluso secos, con esta exclusiva alimentación y bebiendo abundante agua creció, se caso, pero no pudo engendrar debido a una impotencia genética, y por causa de su esterilidad los once hermanos de su mujer y su suegro que era un bestia de mucho cuidado, le pegaron una paliza de las que hacen historia y claro està, después de recibir semejante tunda, mas suave que un guante se divorcio.
Desde entonces el Phagoficus, vivio solo como la una, sin hablar con nadie, solo a su bola y con los años se hizo mayor por no decir viejo, y aquí es cuando da comienzo la verdadera razón de este relato.
Sabido es que con la edad los dientes se van cayendo uno por uno y en ocasiones dos o más a la vez, a este Phagoficus también a pesar de su exclusiva alimentación a base de higos, a la edad de treinta y ocho años y tres meses se le cayó una muela y en los seis meses siguientes, o sea a partir de octubre, se le cayeron cinco más y cuatro dientes, total nueve, mas una muela que ya se le habia caido anteriormente diez. En los países ricos del primer mundo, los ricos y pudientes cuando se les cae algún diente se lo ponen nuevo de oro o de porcelana que son más bonitos que los originales; los pobres nada, porque los dentistas dan miedo con las herramientas y todavía más con las facturas.
Antes de continuar con el relato del Phagoficus, debo de decir que en aquel país, situado en el centro derecha de la extensa y misteriosa Africa, debido a su benigno clima había cosecha de higos todo el año, o sea que había una florada de primavera cuando todavía no había acabado la de invierno, e inmediatamente sin acabar la de la primavera seguía la de verano, lo mismo para la de otoño y la de invierno y así sucesivamente, también debo aclarar, a los que no hayan viajado, que en ese país el invierno es como aquí el verano, para que veáis que cosas más raras ocurren en el planeta.
Pues nada, que a este phagofigas paulatinamente se le iban cayendo los dientes y como era pobre de solemnidad la boca se iba desdentando a marchas forzadas.
Y que tiene que ver el perder los dientes con el meollo de este relato? Me preguntaran ustedes vosotros. Mucho responderé yo, alegrandome de que me hagan esta pregunta porque estoy en condiciones de responderla sin problema alguno.
Todo el mundo sabe o deberia saber que los higos de la clase que sean, son por dentro un conjunto de diminutas pepitas que en realidad son las semillas de la higuera; véis, ya vamos llegando al meollo de la cuestión. Al comer higos la boca se llena de estas pepitas o semillas y algunas de ellas se esconden ladinamente entre los dientes cuando todavia los tenemos; en los países avanzados después de almorzar, comer o cenar, las gentes por pricipio de higiene se cepillan los dientes o deberían de hacerlo, con el fin de sacar de entre ellos los restos de de la masticacion, pero en los poblados del centro de la extensa y misteriosa Africa no hay cepillos y por lo tanto no tienen costumbre de hacerlo; y como nuestro protagonista Phagoficus o traga higos no se había lavado los dientes en su vida, los huecos que dejaban los dientes y muelas al caerse se llenaban de semillas cuando este marranote ingería higos profusamente, y "voila" que una de estas semillas ubicada en el fondo de un hueco dejado por un molar importante, estando constantemente en lugar húmedo y gozando de una temperatura agradable y sin variación, es fácil de comprender que germinara a placer.
Al principio el phagoficus creyó que era una muela que renacía y alegrose, pero en pocos días el tronquito ya era bastante más alto y gordo que los pocos dientes que le quedaban y el tragahigos empezó a alarmarse porque sentia molestias en el paladar, pero la cuestión era que no le dolía y eso le tranquilizaba bastante, no obstante consulto con el brujo oficial y este después de sacudirle con una rama de aliaga unos ramazos en las costillas y en los pies que le hicieron ver todas las constelaciones siderales, le dio un brebaje el cual al tomarlo le hizo sacar del estomago hasta la primera simiente del primer higo que comió en su vida, pero de las semillas que estaban alojadas en los huecos dejados por sus dientes y muelas de esas no saco ninguna, y ya varios días despues el tronco de la futura higuera comenzaba a salir por la comisura de los labios y como no, también seguía enraizando por dentro, y ya, a la altura del pescuezo se le notaban ciertas protuberancias debidas a la espesor de las raíces de la que ya podríamos llamar higuera bucal. Que os parece majos?
Apenas la higuera salió a la luz que su desarrollo fue extraordinariamente extraordinario, en cuatro días como aquel que dice el tronco ya era tan grueso que prácticamente ocupaba toda la abertura de la boca del phagofigo y las primeras hojas empezaron a brotar, y lo peor de todo era que intentar podar aquel asomo de arbol era imposible por el dolor insoportable que la poda le producia, aquello era como cortarle un miembro sin anestesia; de modo que con la boca completamente ocupada por el vegetal comer era imposible. En este estado casi vegetal el fagofigo se encerró en su cabaña resignado a morir como higuera, y así creyeron muchos de sus contemporáneos que fue; nada más lejos de la realidad, el phagofigus, no murió si no que se transformo
La higuera fue enraizando y engordando de forma que en muy pocos meses las raíces ya le salían por los pies y buscaban afanosamente el suelo donde no tardaron de enraizar, mientras tanto el cuerpo suministraba los elementos nutricionales para que el árbol progresara y de esta forma el phagofigus se fue transformando en higuera, sin embargo por extraño que pueda parecer el cerebro seguía con sus funciones rutinarias que tampoco eran muchas, pero suficientes para que el phagofigo se diera cuenta de su propia transformación o transmutacion.
Justo un año después el phagoficus se había incorporado por completo al tronco de la higuera, los brazos y los dedos convertidos en ramas y como tal dio sus primeros frutos, por cierto muy buenos y sabrosos, y aquí viene lo bueno; señoras y señores llamadme embustero si queréis, pero aunque esto parezca ciencia ficción, o no os entre en la cabeza, en una palabra que creáis que este relato es producto de mi alterada sesera; Señoras y señores. Creedme!!! Al cerebro del phagofigus aun le quedaban tres neuronas activas; y por una vez en su vida el phagofigus convertido en casi su totalidad en hermosa higuera pensó, finalmente no hay mal que por bien no venga, por fin doy frutos.
Moraleja: No seáis descuidados ni marranotes, para no convertiros en vulgares higueras, lavaos los dientes tres veces por día o más, os lo digo yo Rufino COLGATE SIGNAL. A ver si me hago rico de una puta vez para poder arreglarme la dentadura. Y nada más.
1 comentario
KEMPHOR -
SI ME PERMITES... DALE, DALE, QUE ESTO NO PARE.